Represión en la Villa

sábado, 20 de junio de 2009

Perú: enorme victoria de la lucha campesina

Después de la masacre infame ordenada por Alan García para imponer el TLC a sangre y fuego. En un acuerdo firmado con las comunidades amazónicas, el gobierno se comprometió a retirar las leyes rechazadas por los pueblos indígenas. Mientras tanto, la movilización se mantiene.

Masacre. Indígenas awajún fueron ametrallados desde helicópterosAl cierre de esta edición, el gobierno de Alan García, después de provocar una masacre infame en la Amazonía, retrocedía en toda la línea y se aprestaba a presentar en el parlamento un proyecto de derogación de la llamada "ley de la selva", dictada por él mismo y rechazada por los indígenas. Esa ley se proponía destruir buena parte de la selva central del Perú para que se instalaran ahí trasnacionales petroleras, gasíferas, madereras y fabricantes de biocombustibles. Se trata en verdad de un paquete de leyes que forman parte de las exigencias del Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado con los Estados Unidos.

Razonablemente, las comunidades indígenas mantienen su movilización y, después de firmar un acta acuerdo con el gobierno, sólo aceptaron levantar los cortes de ruta cuatro horas al día. Incluso durante la tensa reunión en la que se logró el acuerdo hubo nuevos enfrentamientos con la represión en los alrededores de la base aérea de San Ramón, provincia de Chanchamayo, donde finalmente se firmó el acta.

Apenas rubricado el acuerdo, anunció su renuncia el presidente del Consejo de Ministros, Yehude Simon Munaro, una de las figuras más repudiadas del gobierno. Paralelamente, parece haberse fortalecido en la crisis el Partido Nacionalista, conducido por el "chavista" Ollanta Humala.

Entretanto, se conocen nuevos detalles, peor que tenebrosos, sobre la masacre de por lo menos treinta campesinos de la etnia awajún (otros hablan de más de cincuenta muertos, de un centenar de desaparecidos y de cadáveres arrojados a los ríos desde helicópteros policiales).

Todo empezó a definirse cuando la violencia desatada por el gobierno llegó a las calles de Lima y de otras ciudades. "Organizaciones sociales, partidos políticos opositores, sindicatos, gremios agrarios y campesinos, estudiantes, maestros, intelectuales, salieron ayer a las calles para marchar contra el gobierno, en lo que ha sido el movimiento social más grande desde las protestas que precedieron a la caída del régimen de Alberto Fujimori en el año 2000" (Página/12, 12/6). Esa manifestación (más de 30 mil personas) fue reprimida con gases lacrimógenos y balas de goma para impedirle llegar hasta el Congreso, donde el jueves 11 debía tratarse la derogación o no de la "ley de la selva".

TLC sangriento

Las leyes que el gobierno se ha comprometido a derogar incluyen la venta de grandes porciones de la Amazonía peruana a pulpos internacionales extractores de petróleo, gasíferos, madereros y fabricantes de biocombustibles. Esa depredación es parte de las exigencias del Tratado de Libre Comercio (TLC) que Perú firmó con los Estados Unidos. Como era de esperar, los indígenas que viven en y del Amazonas, se sublevaron contra el atropello y, al momento de la masacre, llevaban casi dos meses de bloqueos de diversas carreteras.

Así, la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), que agrupa a las naciones ashaninka, machiguenga, yánesha, wampi y awajún, entre otras, junto con la Federación Agraria Revolucionaria del Cusco, convocaron a la huelga general agraria y al corte de la ruta Fernando Belaúnde Terry. También bloquearon el acceso del río Tamaya e impidieron el paso de las embarcaciones que navegan por esa vía de agua y por el río Ucayali, mientras los consejos de las comunidades sesionaban en reunión permanente (véase www.aidesep.org.pe).

El gobierno contestó con el envío de 600 policías y helicópteros artillados, que dispararon desde el aire contra los campesinos awajún que cortaban la ruta. "La represión exaltó el ánimo guerrero de los awajún, una etnia que no se dejó controlar por los incas Huayna Capac y Tupac Yupanqui, y mucho menos por los españoles en los siglos XVI y XVII" (Clarín, 12/6).

Después de la carnicería gubernamental, que incluyó la muerte de once policías en circunstancias muy particulares (véase recuadro), poblaciones indígenas ocuparon la ciudad de Bagua, el centro de la masacre, y destruyeron edificios públicos y locales de la gobernante APRA, hasta que García ordenó la intervención del ejército.

No es una lucha nueva, es el estallido que se preparaba desde la firma del TLC. Ya en marzo, un centenar de comunidades nativas del Amazonas, en el norte peruano, se movilizaron para impedir las actividades de la brasileña Petrobras en una zona próxima a la frontera con Ecuador y Colombia.

En abril, centenares de awajún y wampis ingresaron por la fuerza en una estación de la petrolera estatal Petroperú, mientras comunidades quechuas del Alto Putumayo anunciaron bloqueos a los buques de Petrobras, cuando las protestas llevaban dos semanas.

Ahora, la victoria indígena y la confluencia de su lucha con la movilización de los trabajadores urbanos abren una riquísima perspectiva política que, muy posiblemente, deberá pasar por una nueva experiencia nacionalista.
A.Guerrero